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Altitudes más altas se asocian, de forma independiente, con un tiempo de supervivencia más corto en los recién nacidos catalogados como “en riesgo”.

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A nivel mundial, más de 140 millones de personas habitan en altitudes mayores a 2500 metros sobre el nivel del mar. Vivir en las grandes altitudes representa una mayor exposición a ambientes con menor aporte de oxígeno, intensa radiación solar, bajas temperaturas, escasa humedad y suelos menos fértiles; así como, a mayores niveles de pobreza y desigualdad social en comparación con altitudes más bajas.

 

En ese sentido, el desarrollo embrionario y fetal en las grandes altitudes debe sortear varios retos. Un embarazo que se desarrolla a gran altitud tiene menor disponibilidad de hierro, vitaminas A y D, yodo, cursa con mayores demandas eritropoyéticas y posee menor contenido de oxígeno en sangre, lo que desemboca en una menor entrega de oxígeno materno al bebé en formación. Todos estos mecanismos resultan en un menor crecimiento fetal, al compararlo con altitudes más bajas; lo que, a su vez, podría desencadenar efectos negativos sobre la salud del recién nacido, en especial, sobre la salud de aquellos que, por prematurez, peso bajo u otras condiciones, son catalogados como “en riesgo”.

 

En nuestro país, según cifras oficiales, la mortalidad infantil en neonatos se incrementó en alrededor de un 50% entre el año 2014 y 2019, lo que obliga a buscar estrategias efectivas para reducir la tasa de mortalidad neonatal. Esas estrategias deben ser integrales y van, desde la mejora en la atención a las embarazadas, al parto y al posparto (tanto a la madre como al recién nacido), hasta la mejora de las condiciones e infraestructura en donde nacen los niños, pasando por una mejora en la evaluación el riesgo neonatal y un apropiado sistema de transporte de neonatos en riesgo. 

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Una reciente investigación, publicada en la revista PLOS ONE, desarrollada por investigadores de varias universidades nacionales e internacionales y dirigida por el Instituto de Salud Pública (ISP) de la Facultad de Medicina de la PUCE, reveló que, conforme mayor es la altitud del establecimiento de salud en donde se recibe y atiende a recién nacidos en riesgo, mayor fue su riesgo de mortalidad. Esta asociación, además, fue independiente de otras características individuales y contextuales, tales como la edad gestacional, el peso al nacer, la puntuación del Apgar, el tipo de establecimiento, el área de atención, entre otras. Para poder llegar a esas conclusiones, la investigación se centró en analizar información individual de todos los neonatos registrados por el MSP, que fallecieron entre el 2014 hasta el 2017, a nivel nacional.

 

El Dr. Iván Dueñas, director del proyecto manifestó que “los recién nacidos, desarrollan mecanismos compensadores a las diferentes variables ocasionadas por la altitud; sin embargo, parece ser que, en los recién nacidos que tienen complicaciones, tales como prematurez o bajo peso, sus mecanismos compensadores no son suficientes para compensar los cambios fisiológicos ocurridos por la altura”. Esto confirma que la altura juega un papel determinante e independiente de otros factores, sobre la salud neonatal de neonatos catalogados como “en riesgo”. “Esto sugeriría que hay que considerar aspectos ambientales, tales como la altitud, en el proceso de evaluación, manejo integral y eventual transferencia de los neonatos complicados”, manifestó Dueñas.